Presentación

Si fuera posible separar el doble papel que juega el Servidor Público: como Servidor Público y como ciudadano, y pudiéramos dibujar una circunferencia para simular la interacción entre ciudadanos y Servidores Públicos, al ciudadano lo colocaríamos fuera del perímetro, con el mundo sin fin como su contexto. Al funcionario, en cambio, lo dibujaríamos dentro del círculo, limitado por todos lados por el Marco Legal.

Hay una tajante diferencia entre el ciudadano en su esfera particular y el funcionario en su tarea pública: el ciudadano puede hacer todo lo que no le prohíba la ley. El funcionario sólo puede hacer lo que le ordena y permite la ley.

Por esto, el ciudadano sale adelante sólo con tener una idea de los límites legales a su conducta. En México gozamos de libertades plenas.

El funcionario público, en cambio, sólo puede moverse en el territorio delimitado por la definición legal y las funciones prescritas para su cargo. Así como conocer, los límites y el alcance de sus acciones y omisiones.

La inteligencia del Servidor Público está en conciliar la libertad discrecional del ciudadano con la acción estrictamente regulada del Estado para resolver juntos los problemas del bienestar común. Todo empieza con su conocimiento minucioso del Marco Legal y el contexto del Estado donde opera.