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B. La enseñanza de valores mediante lecturas y narraciones seleccionadas

La novela, la poesía, el teatro, las fábulas, el cuento son saberes narrativos que tienen una influencia mucho mayor que los discursos teóricos. Se trata de exponer ante los alumnos modelos de vida y de conducta de personajes reales o ficticios que encarnan o simbolizan valores.

Los libros no sólo ofrecen a los lectores historias de personajes que les agradan, proporcionan además la oportunidad de "aspirar" a convertirse al igual que los protagonistas, en mejores personas, capaces de enfrentar las dificultades que se les presentan en aras de lograr un ideal noble.

La lecturas seleccionadas logran capturar la imaginación, acarician las fibras más íntimas del "corazón", y eso es hablar de formar en valores. Todos tenemos la experiencia de la fuerza poderosa que resulta de una historia que habla de valores y que tocó nuestros mas poderosos sentimientos.

Clásicos, fantasía moderna, ciencia ficción, biografías, literatura acerca de temas morales y religiosos pueden formar parte del bagaje de un programa para la formación de valores.

Los buenos libros constituyen una valiosa pauta para la formación de adolescentes, ya que ofrecen reflejos de las mismas tensiones por las que pasan; brindan la oportunidad de visitar mundos lejanos, de saber como piensan y viven otros jóvenes que se enfrentan quizás a los mismos problemas, dilemas o peligros; ofrecen lecciones de coraje, amistad, amor...

Los niños y jóvenes que leen adquieren una gran herencia, cuentan con la "llave" que les permitirá continuar explorando el significado de la vida, de las alegrías, tristezas y conflictos, del corazón humano, en una palabra, estarán en contacto continuo con los valores.

La influencia educativa de la narración difícilmente puede ser cuestionada. Todos los pueblos, desde los más remotos orígenes de la humanidad, han sido educados mediante narraciones.

Las lecturas pueden ser acompañadas de discusiones, comentarios, puestas en común para determinar actitudes de los personajes, problemas con los que se enfrentaron, estrategias que emplearon para solucionarlos, cualidades de los personajes, valores que encarnaban.

A manera de ejemplo anexamos un fragmento del libro "El hombre en busca de sentido" de Víctor E. Frankl, médico judío sobreviviente de un campo de concentración.

Cuando todo se ha perdido

Mientras marchábamos a trompicones durante kilómetros, resbalando en el hielo y apoyándonos continuamente el uno en el otro, no dijimos palabra, pero ambos lo sabíamos: cada uno pensaba en su mujer. De vez en cuando yo levantaba la vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana que comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes.

Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre.

Comprendí como el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad -aunque sea sólo momentáneamente- si contempla al ser querido.

Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente -con dignidad- ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido.

Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las palabras: "Los ángeles se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita"

Delante de mí tropezó y se desplomó un hombre, cayendo sobre él los que le seguían. El guarda se precipitó hacia ellos y a todos alcanzó con su látigo. Este hecho distrajo mi mente de sus pensamientos unos pocos minutos, pero pronto mi alma encontró de nuevo el camino para regresar a su otro mundo y, olvidándome de la existencia del prisionero, continué la conversación con mi amada...

La tierra helada se resquebrajaba bajo la punta del pico... los hombres permanecían silenciosos... mi mente se aferraba aún a la imagen de mi mujer.

Un pensamiento me asaltó: ni siquiera sabía si ella vivía aún.

Sólo sabía una cosa, algo que para entonces ya había aprendido bien: que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo... nada podía alterar la fuerza de mi amor... Si entonces hubiera sabido que mi mujer estaba muerta, creo que hubiera seguido entregándome a la contemplación de su imagen y mi conversación hubiera sido igual de gratificante: "ponme como sello sobre tu corazón, porque fuerte como la muerte es el amor" (Cantar de los Cantares, 8.6)